Las juventudes de ERC se dirigen a los deportistas catalanes para exigirles que no se incorporen a las selecciones españolas. Organizaciones subvencionadas por la Generalitat mantienen su boicot contra productos no etiquetados en catalán. El PSC insisten en que el PP es un partido de extrema derecha y lo hermana con el diario El Alcázar. El conseller Huguet llama “sucesor de Blas Piñar” a Acebes por unas declaraciones que Saura califica de “repugnantes” y el portavoz republicano de “obscenas”. Zaragoza denuncia una “campaña asquerosa” contra Montilla, quien, a su vez, ve al PP en “el camino de la infamia, la calumnia, el odio y la insidia” y exige que Rajoy pida perdón a Cataluña. El gobierno catalán estimula la delación anónima de los comercios que usan el castellano. Un juez lanza calumnias y amenazas contra Jiménez Losantos, a quien la clase política catalana señala como culpable de todos los males, y no lo condenan. Como no condenaron las amenazas de muerte contra intelectuales díscolos desde un diario participado por la Generalitat. En conclusión: el PP crispa el ambiente.
Falla la aplicación del mito platónico de la caverna en la hipocresía y en la desvergüenza de nuestros supuestos encadenados. Ni esto tiene que ver con la epistemología, ni Rodríguez, Blanco y Rubalcaba ven sólo sombras, ni Maragall y Carod los engañan con un Cine-Exín. Todos los implicados conocen la jugada entera, que consiste –a ver si nos vamos enterando- en dejar a la derecha, primero, sin voz y, luego, sin opciones.
Es decir, cerrar la Cope en Cataluña y echar en Madrid a los directores de sus programas estrella para poder culminar sin obstáculos su única estrategia política, la que les llevó al poder: pegarles una estrella amarilla a los populares, atizar el odio y la ira contra ellos, deslegitimar su partido para los restos, diezmarlo e imponer un régimen de ingeniería social y autoritarismo donde sólo gobiernen los socialistas apoyados por la periferia disgregadora, que recibirá a cambio atributos de soberanía. Habrá que mantener, eso sí, el cascarón vacío -la forma unitaria de la monarquía- para que el mercado español no siga el camino del fraccionamiento que en todo lo demás impulsan.